jueves, 12 de mayo de 2016

 

Los tipos de música que escuchamos

A reserva de los estilos musicales, que en sí mismos nos hacen percibir distintas experiencias que podríamos relacionar a distintos tipos de música, ésta puede dividirse de muchas otras maneras. Particularmente no soy muy apegado a la idea de separar y clasificar las cosas que me rodean. Aún así, el uso de un cierto criterio taxonómico, nos ayuda a comprender ciertos conceptos con mayor claridad.
Drums Tito+Rodriguez+++OrchestraComo músico, es muy común que alguien te pregunte: –¿Y tú, qué tipo de música haces o tocas?, definiendo así –incluso- qué tipo de persona eres según la música que haces. De tal forma que si por ejemplo, escribo o toco música clásica, le gente puede pensar que en general soy alguien conservador; que si toco salsa, soy una persona alegre y me gusta la fiesta. Pero ocurre que yo conozco a muchos músicos clásicos que no tienen nada de conservadores; de hecho muchos son bastante radicales y reventados a pesar de vestir de gala cada fin de semana; y conozco igualmente músicos que tocan salsa o música tropical, a quienes no les encanta particularmente la fiesta o el baile. Por ello, dividamos entonces a la música de otra forma, una que nos permita entender mejor su naturaleza y sus características.
Primero, sugiero, lo hagamos de acuerdo a la forma en la que es creada y tomo como idea para esta primera división la que señala la autora española María de Arcos: La música autónoma es toda aquella música que un músico o compositor crea por una simple necesidad creativa, toda la música que es producto de la inspiración espontánea, sin ningún propósito más allá, que el de existir como una obra original del autor, como una manifestación artística de una idea, emoción o concepto. Por ejemplo: –Compuse una sonata, dice alguien. –Ah ¿sí? y cómo… ¿para qué?, responde su amigo. –Pues sólo por gusto y porque ayer me fue dictada por una musa noble y comunicativa con quien tengo un romance…, responde el compositor. –¿Y no te preocupa morir de hambre?, concluye preguntando el amigo. Ésta, es la música autónoma.
La música aplicada es toda aquella música que un compositor o músico crea con la conciencia de que ésta será aplicada como parte de algún contexto extramusical. Conforman este tipo de música, toda aquella hecha para usarse en la publicidad, televisión, radio, teatro, cine, danza, videojuegos; es música que representa un complemento de otras artes y de distintos tipos de comunicación o experiencia audiovisual. –Me imagino que la música para la nueva imagen corporativa de la empresa, debe ser solemne, grandiosa, moderna; como esa música clásica típica que llega al clímax (¿?); pero a la vez debe ser cómica, con guitarras rockeras, un poco retro, tipo Miles Davis y que nos recuerde ésa canción de Alejandro Fernández que ahora no recuerdo…, dice el director creativo de la agencia de publicidad al compositor que se queda perplejo ante el reto de componer algo que reúna todo lo anteriormente descrito.
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Éste es un ejemplo de lo que sería una música aplicada. Lo que idealmente busca un compositor es, que a reserva de tener que componer cierta música aplicada, los creativos con los que se pone de acuerdo, lo dejen componer la música como si fuera autónoma, es decir: que lo dejen trabajar lo más libremente posible.
Sin embargo, podemos dividir la música de acuerdo a otros criterios, o a través de términos que usamos normalmente con los que no siempre sabemos a lo que nos referimos, sobre todo muchas personas que no son músicos:
La música de concierto, que es toda aquella música que también se conoce como música culta, la música cuyas fuentes provienen del estudio académico, creada por compositores formados académicamente y dentro de las formas y contextos clásicos de la composición musical: la música sinfónica, de cámara, la ópera y demás formas musicales vocales e instrumentales. Es música que contiene un profundo desarrollo de la forma, de la textura, un desarrollo armónico más complejo que en la música popular.
Digamos que es la música cuya propuesta formal y contenido artístico y estético, la hace digna de ser interpretada en una sala de concierto, recintos en lo que se presupone siempre la presentación e interpretación de música de alta calidad artística. Por ello, algunos músicos, aparentemente se ofenden cuando un artista de música popular, presenta su inmerecida música en ciertas salas de concierto; en algunos casos, coincido con esta postura, pero en muchos otros no porque para mí la música popular es parte fundamental y esencial de la cultura..
La música popular es toda la música creada cuyo origen no es académico, la que se hace en las calles y plazas, en los bares, en las peñas, en los garajes de las casas, la que representa la voz popular, el sentir de un pueblo, la música que se baila, la música que se consume en la mayoría de las estaciones de radio. Es la música que representa la ideología popular.
Es común que llevemos la música popular al nivel de la música de concierto en el momento en el que realizamos una adaptación o arreglo para orquesta sinfónica, como lo hizo Blas Galindo con los hermosos Sones de Mariachi, el mismo Igor Stravinsky con “Petruschka”; Frederick Chopin con sus “Mazurkas”; Béla Bartók en distintas obras de cámara, y muchos otros compositores.
En muchos conservatorios de música se comete el error de hacer creer a los estudiantes que la música popular no tiene el mismo valor que la música de concierto. Si comparamos, por ejemplo, el “Liebestod”, la bellísima culminación de Tristán e Isolda de Richard Wagner con una cumbia, por supuesto estaré de acuerdo en que el valor estético, para mí, de la música de Wagner, es superior al de esa cumbia en particular; sin embargo, en otra persona la valoración puede ser contraria y válida, sin duda.
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Existen otras clasificaciones, algunas de ellas detalladas a fondo, como en el interesante libro de Alejandro Román: El Lenguaje Musivisual que recomiendo ampliamente adquieran en Google Books, donde aparecen organizados distintos tipos de música: referencial, no referencial, figurativa, no figurativa, etcétera y que vale la pena revisar como una forma de entender distintas formas de expresión musicales.
Empero, existe otra clasificación relativa, comúnmente referida en pláticas y comentarios a diario entre músicos, musicófilos y gente en general: la música buena y la música mala. Para mí, la música buena, es toda aquella música que no importando lo que motive su creación, ni las formas que sean utilizadas para ello cuenta con una evidente, humana, sincera y honesta intención de comunicar cuyo fin es la búsqueda de la belleza artística, que te hace sentir algo.
La música mala es por el contrario, toda aquella que no comunica nada, que puede estar bien hecha desde el punto de vista formal, pero carece de intención artística verdadera, tiene solamente fines comerciales o revelar vanidades intelectuales sin sentido del autor; toda aquella música que a reserva del gusto, no te hace sentir nada. Y por ello, esta clasificación es relativa y arbitraria porque se relaciona más a la experiencia personal que cada persona tiene con la música.
Llego finalmente a la clasificación mas importante y simple, aquella que se da de manera análoga al gusto por el vino, aquella que nos permite clasificar la música o los vinos de acuerdo a criterios más válidos en el libre ejercicio de nuestra libertad: la música que nos gusta y la que no. Ésta, creo yo, es la clasificación más selectiva y la que más funciona para formar una colección personal o playlist de música, que pueda disfrutarse como pocas cosas, hasta el último día de nuestra vida.

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